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En el verano de 2015, Míriam Cañaveras descubre en un arcón del desván de la vivienda familiar en Comillas, (Cantabria) un diario que encierra una suerte de secretos que de hacerse públicos amenazarían tanto a la estabilidad de su familia, como al propio Ducado de Cañaveras.La primera página del diario está fechada el tres de junio de 1881. En apenas dos meses toda la Villa se vuelca en ofrecer la mejor de las bienvenidas. Entre ellos, Juanillo el del Anguleru, cuya existencia cambiará para siempre desde el momento que Clara De la Riva se cruza en su vida.

Costa cantábrica, 1970. Después de tres días desaparecida, el cuerpo de Alma Mateo, de trece años de edad, es encontrado en la orilla del mar a los pies de un acantilado. Aún llevaba puesto el uniforme del internado El Bosque donde cursaba sus estudios de verano. La investigación oficial llevada a cabo por la Guardia Civil establece en su informe final, que el fallecimiento de Alma pudo deberse a un suicidio o a algo más simple: un fatal accidente. Sin embargo, todo apunta a que las causas reales fueron otras bien distintas.

Investigando el paradero de dos jóvenes de Santander, los inspectores María Pinta y Diego Olivares se encuentran con una serie de asesinatos y desapariciones que no parecen guardar ninguna relación entre sí. Quizá no lo guardan porque no la tienen. ¿O sí? Sin embargo, la intuición empuja a Pinta y Olivares a plantearse si se hallan ante un asesino que no va a parar ni en pleno confinamiento. Sí, sólo intuición, nada de pruebas, apenas unos indicios para desesperación del comisario Fausto Redondo.

El empresario de la construcción, Fabio Carcelén, sale de la prisión de El Dueso, en Santoña, Cantabria, tras diez años encarcelado. A los pocos días de su puesta en libertad, los inspectores María Pinta y Diego Olivares, investigan un accidente de tráfico, con tres fallecidos: el exsocio de Carcelén junto a su mujer, y una desconocida. Paralelamente los inspectores se presentan en el domicilio del expresidiario. Encuentran tres cadáveres. Pinta y Olivares inician una frenética búsqueda de Fabio Carcelén en lo que parece ser un estudiado acto de venganza.

La desaparición de una mujer en Santander y el hallazgo de un cadáver en Monte Corona (Cantabria) llevan a la policía a plantearse si ambos sucesos están relacionados. No será la única desaparición. Ni el último cuerpo sin vida hallado. Los inspectores del Cuerpo Superior de Policía de Cantabria, María Pinta y Diego Olivares, se verán inmersos en un caso sin apenas pistas que pondrá a prueba su experiencia e intuición para seguir adelante, y en peligro sus vidas.

El escritor, Jaime Valdés, viaja a Santander para impartir su primer taller de novela. Su llegada coincide con el resurgir del caso del asesino bautizado como El Vengador. Una fotografía enviada a la policía y al Diario Montañés en la que se muestra el cuerpo sin vida de un individuo con un cartel sobre el pecho que reza; culpable, refleja sin lugar a dudas la forma de actuar del famoso asesino. Un asesino que falleció dos años antes.

Año 2010. En una habitación de un lujoso hotel de Madrid, aparece el cadáver de una mujer tumbada sobre la cama. No presenta signos de violencia. Dos flores Molly Sanderson tapan sus ojos. Las manos sostienen dos calas por el tallo. Pocos días más tarde, en el barrio de la Estrella, también en Madrid, otra mujer es hallada en su domicilio en circunstancias similares.

Año 1997. El inspector Mendía acude a la llamada de una mujer que asegura tener pruebas que apuntan a su marido como el responsable de la muerte de su hermano, diez años atrás. Asegura que no ha sido su único crimen. Cuando la policía llega el marido ha huido. Año 2000, en el parque de El Retiro de Madrid, aparecen los cuerpos sin vida de dos jóvenes estudiantes en torno a los veinte años. El primero, junto al lago. El segundo es hallado en el interior de una de las jaulas del antiguo zoo del parque junto a una inscripción en el suelo que reza: “Todo queda en familia”.

Patricia, pugna por superar la trágica experiencia vivida con el asesinode El Retiro. Si pensaba que tras su detención sus problemas habían terminado, no iba a tardar en confirmar su error. Agustín Marcial, el individuo que no pudo terminar con su vida por causas ajenas a su voluntad, se ha fugado de la cárcel con un único objetivo en mente, continuar con lo que cuatro meses antes dejó a medias.