Durante un mes, el fútbol vivió algo inédito: una nueva competición que reunió a los 32 mejores clubes del mundo. Una especie de "Mundial de Clubes 2.0" que, si bien generó mucha expectativa, también dejó varias preguntas en el aire.

Al final, el Chelsea fue quien se llevó toda la gloria. Ganó con autoridad: 3 a 0 frente al Paris Saint-Germain en la final. Y lo más interesante es que no era el favorito. Pero bajo la dirección de Enzo Maresca, el equipo encontró una fórmula efectiva: fútbol simple, práctico, sin adornos innecesarios... y con una camada de jóvenes que brillaron, como Cole Palmer y Pedro Neto.

Ahora bien, no todo fue color de rosa. El torneo también expuso varios problemas: un calendario ya de por sí saturado, estadios semivacíos durante la fase de grupos, partidos suspendidos por tormentas en distintas regiones de Estados Unidos... y jugadores que, francamente, llegaron agotados. Muchos no pudieron rendir al nivel que se esperaba.

Entonces, la gran pregunta queda en el aire: ¿fue este nuevo Mundial de Clubes un verdadero éxito, como lo afirma Gianni Infantino? ¿O estamos hablando más bien de una prueba piloto, un primer intento que deja más lecciones que celebraciones?